Sinfonía de Éxito: De Dieguitos y Mafaldas al Tecnoemprendedor del año
Un líder técnico, amante de la música. que supera desafíos tecnológicos, transformando líneas de código en una melodía de logros y celebración.
En las sombras del mundo, cuando las luces de la ciudad se atenuaban y la mayoría del mundo dormía, un pequeño grupo de visionarios se sumergía en un desafío que cambiaría sus vidas para siempre. Era el año 1999, y mientras el mundo se preparaba para despedir un siglo y recibir otro, este equipo estaba a punto de desatar su propia revolución en un rincón silencioso de la tecnología.
Su misión era compleja y aparentemente imposible: conectar aplicaciones de farmacias con un servidor central que validara medicamentos en tiempo real. En una era donde las conexiones a internet eran escasas y las líneas telefónicas reinaban supremas, este grupo se embarcó en la tarea de construir lo que llamarían el "Motor de Auditoría". Noches tras noches, la oficina se llenaba con el clic rítmico de los teclados y el zumbido suave de los módems.
La parte más compleja de toda la plataforma, o la que más desconocíamos, era el programa de Discado Telefónico en lenguaje C que se encargaba de llamar por módem desde la farmacia, atender en las oficinas de la Obra Social o Contratista, pasar los datos con un protocolo propietario, enviarlos al motor de auditoria que corría en el servidor y devolver una respuesta.
Como líder del equipo, encontraba consuelo en las notas emotivas de Joaquín Sabina. Sus letras resonaban en mi oficina mientras las líneas de código se tejían como las estrofas de una canción compleja y cautivadora. Mientras el reloj marcaba las horas, nos sumíamos en un estado de flujo, donde la realidad se desvanecía y solo quedaba el zumbido constante de la creatividad y la determinación.
Fue en una noche especial, cuando el velo entre el viernes y el sábado era más fino que nunca, que ocurrió algo mágico. Mientras probábamos la plataforma completa con nuestro sistema de discado, una melodía familiar llenó la oficina. "Dieguitos y Mafaldas", la canción distintiva con la que Sabina homenajea al club Boca Juniors, llenó el aire con su encanto melódico justo cuando nuestra plataforma comenzó a funcionar. El sonido del éxito resonó en las oficinas, mientras los códigos y las notas musicales bailaban en armonía.
En ese momento, en medio de las líneas de código y las notas musicales, nació un triunfo. No era solo un éxito tecnológico; era un logro que resonaba con la poesía de la perseverancia y la pasión. La noche se convirtió en una sinfonía de éxitos personales, donde los sueños se tejían con hilos de determinación y se entrelazaban con las notas de una canción icónica.
Dos años más tarde, en 2001, obtendría el premio al Tecno-emprendor del año, en Argentina, por el desarrollo de aquella plataforma.
Y así, en esa noche de magia tecnológica y musicalidad, nuestro pequeño equipo demostró que los desafíos más grandes pueden superarse con dedicación y creatividad. Cada línea de código era un verso, cada conexión exitosa era un coro, y yo, con lágrimas de alegría en los ojos, supe que había dirigido una orquesta de triunfo en una noche que se convertiría en leyenda.